Integración sensorial: la importancia de los sentidos para el cerebro humano
Podemos entender la integración sensorial como la capacidad de captar, discriminar, integrar, organizar e interpretar las sensaciones e información recibidas del propio cuerpo y del exterior, con el fin de dar una respuesta acorde y eficaz a una situación o contexto.
Al ser un proceso automático que no requiere de atención ni consciencia, es muy común no darse cuenta de cuando esa capacidad de integración sensorial es deficiente en un niño. Estas deficiencias se producen porque el sistema nervioso central no tiene un funcionamiento normal, pudiendo repercutir directamente en el comportamiento y, dependiendo de la intensidad, en el proceso de aprendizaje.
¿Qué disfunciones derivan de una mala integración sensorial en los niños?
Aunque hay diversas disfunciones relacionadas con la integración sensorial, la dispraxia del desarrollo y la defensa táctil son algunas de las que interfieren en el aprendizaje.
Ampliando un poco la información sobre ellas, la dispraxia del movimiento va a influir en la planificación de movimientos. Esto tiene como resultado torpeza, una deficiente organización espacial, dificultad para automatizar movimientos en la práctica de actividades físicas o, incluso, problemas a la hora de aprender a escribir o a dibujar.
En el caso de la defensa táctil (que consiste en la reacción exagerada y negativa a sensaciones táctiles), puede derivar en alteraciones nerviosas, con sus consiguientes comportamientos negativos. Por ejemplo, ciertos tejidos pueden dificultar que el niño esté atento a una explicación porque la tela le roza la piel o, con ciertas texturas como puede ser la arena, la plastilina, el material del que están hechos los bolígrafos o lapiceros, pueden generarle un rechazo y una situación de máxima incomodidad, evitando que pueda estar atento, así como ciertas reacciones violentas.
¿Cómo detectar una integración sensorial deficiente en los niños?
Hemos de tener en cuenta lo importante que es detectar cuanto antes cualquier tipo de anomalía, cualquier cosa que para los padres o profesores se salga de los comportamientos normales relativos a niños de su edad, algunas de ellas pueden ser:
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Dificultad de concentrarse al realizar una tarea
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Exceso o defecto en la sensibilidad ante estímulos auditivos, visuales, táctiles, vestibulares o propioceptivos
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Retraso excesivo en la utilización del lenguaje (habla, escritura…)
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Dificultades para coordinar y realizar movimientos
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Problemas en las relaciones sociales
La consulta con profesionales especializados ayudará a descubrir el origen de los problemas, y tratará de forma personalizada cada caso para que los niños se desarrollen de la manera más adecuada posible.
¿Cómo estimular la integración sensorial?
Para estimular la integración sensorial, es aconsejable proporcionar al niño, desde muy temprana edad, experiencias que puedan mejorar la integración de los estímulos. Desde el reconocimiento de sonidos a diferente volumen, el trabajo con diferentes texturas, como puede ser jugar con arena, hacer formas con plastilina o arcilla, hacer juegos con agua a distintas temperaturas, tocar objetos de texturas rugosas, ásperas, suaves…
También a través de actividades basadas en el movimiento como columpiarse, montar en bicicleta o andar en patines, movimientos en los que participen ambos lados el cuerpo, juegos de coordinación visomotriz como lanzamientos, recepciones, pateos… Los juegos de coordinación podemos aplicarlos a través de deportes como el fútbol, el baloncesto, el balonmano, etc.
¿Tiene tu hijo una buena capacidad de integración sensorial? Coméntanos cualquier duda.