¿Qué es la dislexia?
Según la «International Dyslexia Association» la dislexia puede definirse como:
“dificultad específica de aprendizaje cuyo origen es neurobiológico. Se caracteriza por dificultades en el reconocimiento preciso y fluido de las palabras, y por problemas de ortografía y de descodificación. Estas dificultades provienen de un déficit en el componente fonológico del lenguaje que es inesperado en relación a otras habilidades cognitivas y condiciones instruccionales dadas en el aula. Las consecuencias o efectos secundarios se reflejan en problemas de comprensión y experiencia pobre con el lenguaje impreso que impiden el desarrollo del vocabulario”
Si nos fijamos bien en esta definición podemos diferenciar dos cosas: que la dislexia tiene origen neurobiológico y que esto se aprecia en forma de síntomas. Es decir, hay una relación causa-efecto entre las funciones neurológicas y la dislexia. Este es un dato relevante para poder encontrar prácticas de intervención cada vez más efectivas.
El antes y el después en el tratamiento de la dislexia
Hasta ahora los tratamientos se basaban en el entrenamiento de aquellas habilidades propias del aprendizaje de la lecto-escritura que eran disfuncionales. Por ejemplo, la conciencia fonológica, en la que se basa la correspondencia entre cómo está escrita una palabra y cómo suena. El niño con dislexia tiene dificultades para realizar dicha correspondencia por lo que si entrenamos especifica e intensivamente la conciencia fonológica mejorará su desempeño en la lecto-escritura.
Ahora, gracias a los estudios de neuroimagen, en los que podemos observar la actividad del cerebro en vivo, ya sabemos qué hay detrás de estos déficits y qué mejora con los tratamientos actuales. En diversos estudios, se ha comparado una muestra de personas con dislexia con un grupo sin problemas en lecto-escritura y se han podido observar qué áreas están implicadas en la lecto-escritura y cómo es el patrón de activación con dislexia y sin ella.
Áreas afectadas en la dislexia
Este imagen muestra la actividad de un cerebro normal en el momento de la lectura. Se activan áreas de la corteza frontal, parieto-temporal y occipito-temporal.
El punto rojo pertenece al área de Broca, situado en el lóbulo frontal. Esta zona es específica del lenguaje y su procesa la producción del habla así como el análisis de las palabras.
El punto azul se encuentra en el lóbulo parietal del cerebro, muy cerca del lóbulo temporal. Analiza las palabras, su significado, tanto oídas como leídas.
El punto verde señala un área del cerebro que se encuentra en el lóbulo occipital. Dicho lóbulo procesa mayoritariamente la información visual. En la lecto-escritura es fundamental para reconocer la forma de las palabras.
Esta imagen pertenece a un cerebro con dislexia.
Se puede apreciar como hay una mayor actividad en el área de Broca (punto rojo) respecto a un cerebro sin dislexia y como el resto de áreas no se activan o se activan muy poco, tanto la que se encarga del significado como la que se procesa la forma de las palabras.
Otros trabajos han estudiado la conectividad del cerebro observando diferencias en la sustancia blanca de personas con dislexia y grupo de control. Se han podido observar anomalías en la mielinización de los axones neuronales (es decir, deficiencias en la conectividad neuronal) en zonas del lenguaje para las personas con dislexia.
Por todo ello, podemos hablar de la dislexia como una disfunción en la conexión de áreas dedicadas al procesamiento lingüístico, al visual y a las zonas de integración en el cerebro.
Respecto a las intervenciones que se realizan, se ha podido comprobar que una instrucción intensiva, 100 horas por ejemplo, logra un aumento en la sustancia blanca de niños entre 8 y 10 años.
La estimulación en la dislexia, resultados positivos en su tratamiento
Si un niño comienza un período de instrucción, como se ha visto anteriormente, conseguirá llegar a mejorar la conectividad de aquellas áreas que están involucradas en las tareas que realice. Esto requiere mucho esfuerzo, disciplina, motivación, empeño, constancia y sistematización, ya que estos programas se basan en generar habilidades partiendo de la práctica, es decir, “arrastramos” la neurobiología del cerebro mediante constancia y esfuerzo de la persona hasta crear nuevas conexiones.
Las redes neuronales involucradas en la dislexia se pueden activar mediante estimulación transcraneal no invasiva. Esta técnica consiste en la estimulación de los circuitos implicados en la lecto-escritura en el cerebro. Al paciente se le coloca un electrodo en el área que se estimulará mediante una suave corriente continua en superficie. La sesión dura de 20 a 30 minutos, periodo en el cual el cerebro está cambiando la neuroplasticidad del área estimulada. Una vez que se ha concluido la sesión, el paciente realiza entrenamiento especifico en lecto-escritura, aprovechando la activación que el cerebro tiene tras la sesión.
La tDCS es un tratamiento sin efectos secundarios, no invasiva ni dolorosa.
En conclusión, tratar la dislexia desde un abordaje que combine la estimulación directa no invasiva y el entrenamiento práctico es más efectivo que la práctica de habilidades en lecto-escritura únicamente.